sábado, 25 de junio de 2011

Me adelantó un talón de setecientas,
más gastos, sin contar otras quinientas
en fichas del casino,
mi último tren llegaba con retraso,
así que decidí aceptar el caso
de la rubia platino.



Yo era un huele-braguetas sin licencia,
quemado en la secreta por tenencia,
extorsión y líos de faldas,
estaba, como buen ex-policía,
a sueldo de un pez gordo, que sabia
cubrirse las espaldas.



Ninguna zorra vale ese dinero,
pensé, mientras dejaba mi sombrero
nuevo en el guardarropa,
cantaba regular, pero movía
el culo, con un swing, que derretía
el hielo de las copas.



Cuando salió, por fin, del reservado,
sentí que las campanas del pasado
repicaban a duelo,
la última vez que oí esa melodía
me recetaron tres años y un día,
más IVA, en la Modelo.



Para jugar al Black Jack y ser un duro,
andar escaso de efectivo
es igual que pretender envidar,
con un farol, al futuro,
no por casualidad
me temen en los casinos,
me daban diez de los grandes por el caso
de la rubia platino.



Los besos que te dan las chicas malas
salen más caros cuando los regalan
y huelen a fracaso,
pero el croupier me echaba cartas buenas
y la rubia platino era morena
y el caso era un gran caso.



En un bistró, del puerto de Marsella
nos fuimos demorando, entre botella
y botella de Oporto:

-”Los que pusieron precio a tu cabeza-
le dije exagerando su belleza,
- se habían quedado cortos”-



Puede que me estuviera enamorando,
porque, antes del café, cambié de bando,
de hotel y de sombrero.



Mi viejo puso un cuarto, con dos camas,
fingiendo que la dama era una dama
y su hijo un caballero.



Ni siquiera, señores del jurado,
padezco, como alega mi abogado,
locura transitoria.



Disparé al corazón que yo quería,
con premeditación, alevosía
y más pena que gloria.


Te mueres por mi. Lo dicen esos ojos verdes que tienes. Pero como eres muy Chuck Bass te haces el difícil. Y yo sigo en mi línea, indiferente a ti. Pero se que te vas a rendir. O me rendiré yo. Sabes que soy muy Blair Waldorf. No tengo ningún problema en esperarte. La eternidad es un tiempo muy largo. Así que te queda mucho tiempo para que sigas muriéndote por mi. Mientras te decides, yo seguiré enamorada de todos los días dos, de los mensajes a las dos de la mañana y de verte a las dos de la tarde. Enamorada de ti.



Nunca le ha gustado caminar sola por la calle.Y menos de noche. Su imaginación le suele jugar malas pasadas. Así que esos diez minutos andando hasta el final de la calle se le suelen hacer eternos. Nada más salir de su casa, agudiza el oído instintivamente y camina cada vez mas deprisa, con la mirada fija en el suelo. De vez en cuando un coche la ilumina con los faros, y ella solo puede pensar, "que pase de largo, que pase de largo". En el fondo sabe que se comporta como una niña, pero no puede evitar una oleada de seguridad cada vez que, casi a punto de correr, da la vuelta a la esquina y lo ve allí, apoyado contra el coche. Más de una vez él le ha preguntado porqué llegaba tan sofocada, pero ella nunca supo que responder. Todavía no sabe si es por el miedo, la carrera o por esas incontrolables ganas de verlo y tenerlo cerca.

Empezó a ser consciente del suave roce de las sábanas. Sus músculos se contraían tímidamete, todavía sin fuerzas. Se encontraba en ese término intermedio entre lo ficticio y la realidad. El sonido de la televisión la aturdía y la luz de la pantalla se colaba a través de sus parados dibujando colores en la oscuridad. Estiró la mano, buscando a tientas sobre el colchón. ¿Dónde estaba? Se incorporó sin pensar, asustada. Y se relajo al segundo siguiente. Allí estaba él. Su lenta respiración la tranquilizó. Sintió un calor enorme en su corazón y se tumbó a su lado de forma que sus manos se rozaban levemente. En ese momento se sintió la mujer mas afortunada del mundo. No necesitaba nada mas para ser feliz.




Dicen que se necesitan cuatrocientas milésimas de segundo para abrir y cerrar los párpados. Que no más de un segundo para reaccionar y detener a la persona que se va, en el penúltimo momento. Pero hay quién necesita una eternidad. Que sólo son necesarios dos segundos para decir "te quiero". Pero malgastamos horas en expresar lo que creemos que sentimos. Que sólo hay una vida qué compartir y la desperciciamos rompiéndonos el alma el uno al otro.
Y es que subí a tu tren con destino a tus brazos, viaje sin retorno... subí con nada que perder y todo que ganar... A veces me pregunto si llegará ese momento en el que digamos ''mañana te veo''. Esa frase de tres palabras que la gente dice muy a menudo, pero que no se aprecia lo suficiente.

Alguien que cuando me ponga borracha me lleve a casa en brazos. Que me rompa las medias con la boca, y luego me compre otras. Alguien que cosa disfraces a mis días malos y los convierta en buenos. Que no se enfade si no me entiende, si no me entiendo y lo mareo. Que me saque la lengua cuando me ponga tonta y me haga enmudecer. Que no dé por hecho que siempre voy a estar ahí, pero que tampoco lo dude… Que no me haga sufrir porque sí, pero que no me venda amor eterno manoseado. Alguien que no pueda caminar conmigo por la calle sin cogerme de la mano. Que no me compre con regalos, pero que tenga mil detalles de papel. Alguien con el que me pase las horas charlando sin llegar al aburrimiento. Que no le guste verme llorar y me haga reír hasta cuando no tengo ganas. Que de vez en cuando decida perseguirme en los bares y conquistarme otra vez.. Que me mire, lo mire, y me tiemblen las piernas sin remedio. Alguien que esté loco por mi, y que no me lo diga solo los días de resaca. Alguien que no me prometa futuros que me dará y sea el día de hoy lo más importante. Alguien que me eche de menos antes de haberme ido. Que si se pone animal, sea solo en la cama, y me mate a besos por la mañana. Que no se acostumbre a mí y no deje de inventar nombres nuevos para despertarme. Que si mira a otra, luego me guiñe un ojo, y se ría de mis celos de hojalata… Pero sobre todo… Alguien que no tenga que perderme para darse cuenta de que me ha encontrado.